A ORILLAS DEL RIN
- camiolmi
- 28 mar 2018
- 4 Min. de lectura
Diusseldorf es una ciudad alemana, capital del estado federado de Renania del Norte – Westfalia. Es atravesada por el Rin el río más importante de Europa, la vía fluvial más utilizada de la Unión Europea. Llegue aquí a tratar de cumplir un sueño que tuve desde niña, poder vivir en una ciudad del antiguo continente, se dio la oportunidad, la tomé y me aventuré sin dudarlo.
El primer día estando en la ciudad salimos a recorrer y conocer un poco del lugar, fuimos al centro, conocimos dónde debíamos hacer ciertos trámites legales que solicitan las autoridades alemanas, nos juntamos con dos chilenas que viven aquí, quienes nos compartieron sus experiencias y algunos datos útiles que nos servirán para poder sobrevivir en este lugar.

Una de las chilenas nos invitó a recorrer la costanera del Rin, era un frío día viernes donde nuestra primera impresión es que definitivamente la gente estaba escondida en sus casas por el frío o realmente no habían personas viviendo en esta ciudad. Ni un alma caminaba por la costanera, todos los negocios los que eran en su mayoría restaurantes estaban cerrados, éramos nosotras tres y un par de personas sentadas en algunas bancas. Era como una ciudad fantasma, de esas que solo se ven en las películas, aunque fue extraño no fue malo tener el Rin solo para nosotras, pudimos apreciarlo en toda su inmensidad junto a la magnífica arquitectura antigua que lo acompaña.

El domingo apareció el sol entre las nubes y decidimos salir a caminar, hicimos una lista con los puntos turísticos más destacados de la ciudad, lo que nos llevó nuevamente a las orillas del Rin. Empezamos a acércanos al lugar y comenzó a llamarnos la atención la cantidad de gente que había distribuida a orillas de la costanera, los restaurantes desbordados de gente, los cruceros navegaban uno tras otro por el río sin parar, los grupos de amigos distribuidos por diferentes sectores del lugar disfrutando de las legendarias cervezas alemanas. Gente yendo y viendo en bicicleta y haciendo deporte, personas paseando a sus mascotas, familias completas disfrutando de un tranquilo paseo dominical.
En la medida que caminábamos por entre medio de la multitud oíamos un sonido que al oído era muy agradable, a unos metros se encontraba un chico joven tocando el piano, habían unas cuantas personas en su mayoría adulta escuchándolo atentamente y acercándose a dejar un aporte voluntario a su sombrero que se encontraba en el suelo al lado de su perro.

A unos cuantos metros de allí, a lo lejos veíamos a mucha gente aglutinada mirando algo o alguien, nos fuimos acercando a la escena y nos dimos cuenta que era una especie de anfiteatro donde unos jóvenes de raza negra hacían números gimnásticos extraordinarios en grupo con y sin fuego, digno del Cirque du Soleil, animaban al público e incluso hicieron participar de las piruetas a niños que miraban el espectáculo. Toda la gente miraba fascinada y con mucho respeto el número artístico, aplaudían y aportaban con una colaboración en las ollas que pasaban entre el público recolectando el aporte voluntario. En el rato que estuve ahí observando definitivamente creo que a estos artistas no les fue mal, la gente fue muy solidaria con ellos. Ignoro si antes de ese show realizaron otro, pero después que termino el show que yo presencie los chicos tomaron sus cosas y se fueron felices y tranquilamente con sus ollas llenas con unos cuantos euros.
En menos de treinta minutos nos dimos un baño de cultura en todo sentido, desde los números artísticos que eran muy distintos el uno del otro y que convivían sin problemas en el mismo lugar, cada uno respetando su propio espacio, el tipo de personas que se acercaban a ver los espectáculos, el aporte solidario y voluntario de la mayoría de los observadores, el poder estar entre una multitud de gente sin tener la preocupación de ser víctima de un cartereo o lanzazo, ningún policía a la vista ni siquiera cerca del lugar, ni mucho menos intentando sacar a los artistas callejeros del improvisado anfiteatro.
Al otro lado del Rin, cruzando el puente se podía apreciar con toda claridad una especie de playa de arena artificial que luego se mezclaba con unas extensas áreas verdes que daban vida a un parque. Lugar ideal para pasar la tarde con la familia, la pareja o los amigos, hacer deporte, un picnic, leer un buen libro o simplemente sentarse a apreciar la hermosura del lugar.

Llevo aproximadamente seis días en este lugar y aprecio con toda claridad que de esta experiencia que estoy comenzando a vivir aprenderé por un lado por su puesto de mi misma y de lo que soy capaz, cuáles son mis límites y hasta donde puedo llegar, y por otro lado creo que recibiré lecciones diarias para abrir mi mente a un mundo totalmente multicultural, con diversos idiomas, razas, religiones, creencias, formas de vidas y pensamientos a los cuales no estaba acostumbrada a vivir. Aprenderé a honrar y valorar el patrimonio cultural común, ya que no me cabe duda que la Unión Europea busca preservar y fomentar esta diversidad y hacerla accesible a otros.
-CAOM-
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